Existen momentos que si más bien parecen forzados son fruto de un deseo nuestro, es como hacer la declaración de la renta pero de nuestro patrimonio humano, espiritual. En nuestra mesa habrá de todo y no faltará nadie; ahí estará el sordo que más bien si irá contento por tener el estómago lleno, se irá sin una nueva idea. El sorprendido y el que se hace el sorprendido, la persona que tan solo quiere oírlo más alto o que simplemente quiere oírlo. No faltará el que se espante… ¡Cuán puritano! Y sí... falta Judas.
“Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apósteles y les dijo «Yo tenía gran deseo de comer esta pascua con ustedes antes de padecer. Porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios, porque uno de ustedes me traicionará” (Mt 22:15-22:17)
La Biblia atiende a la voz y pensamiento de Jesús pero y ¿qué fue de Judas? ¿Qué lo llevó a convertirse en el malo de la historia? ¿Quién nos niega que Jesús y Judas caminaran cogidos de la mano? Los intereses muchas veces cambian y no por ello nos debemos de culpar, no somos conscientes de los cientos de cambios bioquímicos que sufrimos en un minuto… ¿Dejó de querer Judas a Jesús cuando este le besó? Muchas veces cuesta más despedirse que seguir más allá con la historia.
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