EL VIEJO QUE SE APARENTABA SER JOVEN Y EL ESPEJO.

No es raro encontrase en algún perfil una persona que tenga 35 años, en su descripción diga 34 y una vez hablando con ella diga 30. Tampoco es nada raro encontrarse con el caso de una persona que no desea poner velas en su tarta de cumpleaños para no revelar su edad, porque ahora es un año más.

Del mismo modo la persona de 16 dice tener 17 y hablando 18 y en las tartas de cumpleaños el numero es grande, vistoso e incluso más importante que la propia tarta en sí... ¿Somos una sociedad mentirosa?

Contrariamente a lo que muchos puedan alegar, considero que el mayor invento con poder de someter a la sociedad es la EDAD y no el tiempo, se puede afirmar que van ligadas pero no es así, la edad no solo es una medida del paso del tiempo sino además es un criterio de selección, una máscara para un prejuicio, un argumento de desecho. No, no somos mentirosos en cuanto a esta cuestión, simplemente nos aferramos a ella, queremos estar en el intervalo de aceptación, la edad de oro. Y ya no hablamos de imagen, no importa las arrugas que tengas, no importa lo blanca que sea tu piel... importa el número. !Qué estupidez depender de un número! Sí, pero seguimos renegando de nuestra edad, no importa ser más inteligentes, compartir amor o afecto, lograr nuestras metas, importa la ACEPTACIÓN.

Acaba de leer y levántate, ve hacia un espejo, mírate, mira tus ojos y respóndete a ti mismo... ¿Qué edad tengo?