TRES NEGRITOS BLANCOS; CARTA A UNOS EXTRAÑOS DE UN EXTRAÑO
Había estado esperando este momento durante semanas e incluso meses... Tenía mis dudas, mis comentarios preparados, mis estadísticas...
10 minutos, tan solo me separaban 10 minutos; 10 minutos, dos edificios, dos plantas y una pasarela. A paso ligero pero intento no aparentar ni prisa ni desconcierto por no saber donde girar ni subir, mi catalogo de estudios con el mapa en el bolsillo interior de la chaqueta. Camino pasando los jardines, derecha e izquierda, estudiantes, algunos en el césped, otros en bancos, apuntes... Solo quiero pasar ya... Una sonrisa... Agacho la cabeza ¿Por qué? Es mi mundo, yo pertenezco a ellos, como muchas otras veces no entiendo mis acciones.
Al fin llegué, me encuentro a solo una puerta del momento más esperado, un momento que quizás selle para siempre el contrato metafísico que me une a ella. Solo había pasado 5 minutos... Río para mis adentros, lo rápido que he de haber caminado para alcanzar este lugar en tan poco tiempo... !Qué pintas he de haber dado!. A mi izquierda ha aparecido
él, mira la puerta, me mira y desvía la mirada. Suéter y mochila-bolso de lana, típico de Perú... sus grabados lo delatan. Ahora solo mira un cartel, un cartel en el que solo pone "
Aulario de
Guajara, 2ª planta", posiblemente siente la misma curiosidad por el cartel que yo por las uniones de las baldosas que conforman el suelo... Apareces
tú, la imagen de la sofisticación, somos dos pero hay un detalle que te delata, la traba de tu pelo... No combina, no es cuestión de forma o color, es tu verdadero ser, tu comodidad.
Somos tres, tres personas que nos auto analizamos, miramos la puerta, impaciencia... El ascensor sube, esperamos a que se abra la puerta... sigue hacia arriba. El techo, le suelo, las paredes y el aire que es testigo de las miradas perdidas... Miro a mis manos, tengo el libreto que momentos antes tenía en el bolsillo de la chaqueta. Al fin nos decidimos a entrar tras la pequeña masa, o mejor expresado en castellano, grupo de gente. Quizás sea capricho del destino o deseo nuestro de ser uno...
Somos un triángulo, un triángulo cuyo área es mínimo.
Empezamos, la emoción brota por los poros de la piel... Nervios fuera, ya la conversación fluye y cada uno se muestra tal como es... Por poco que queramos la naturaleza de cada uno reina, pero todos tenemos una cosa en común, un mismo deseo... Tú argumentación fue buena pero podía ser mejorada, yo lo intenté peor la verdad que él la mejoró, no era una lucha, mas bien una
complementación, piezas de un
puzzle, piezas que sin las otras no eran nada...
Se acabó, una hora que se podía comparar con los 5 minutos iniciales aunque no con su sensación, larga y pesada... Fugaz pero fascinante, una vertiginosa atracción cuya duración es tan corta que no te ha dado tiempo ni a parpadear pero que ninguna otra podrá igualar en sensación. Llegó la hora de despedirse, una mirada cómplice, posiblemente no nos veamos hasta octubre, pero estoy seguro que nos volveremos a ver, quizás hasta seamos paños de lágrimas, cafés en las noches sin fin... Únicamente se una cosa,
somos Morados.
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